Si hay un lugar donde la Luna no está cómoda es en su opuesto complementario, el signo de Capricornio.

La Luna se hace responsable y tiene que madurar en el domicilio de este signo tan terrenal donde el tema es dar estructura, posición y hechos concretos, y no un camino lleno de emociones, sentimientos maternales y que sea fluctuante.

Capricornio hace pues referencia al mundo material y a todo lo que tiene forma y es limitado, por tanto, está determinado por el paso del tiempo representado por su astro regente Saturno, el cual nos enseña a crecer, a madurar y envejecer enseñándonos qué es la ley, enfrentándonos con la cruda realidad para afrontarla sin sentimentalismos.

Capricornio nos dice que la vida está hecha de ciclos, de estructuras, de normas, de rutina, de horarios, nos  conecta con la necesidad de organización, de disciplina, seriedad y constancia.

La Luna siempre implica necesidad, pero cuando está en Capricornio, las necesidades son más materiales que sentimentales, están en función de nuestras metas, por lo tanto, a nivel emocional, la persona será más fría y distante que si la Luna está en su domicilio del signo de Cáncer, el signo opuesto a Capricornio.

Por lo tanto, la persona será más crítica y exigente consigo misma y con los demás, no sin evitar que esas acciones se vuelvan contra ella recibiendo la misma energía. Así pues, si sentimos que nos están juzgando, tenemos que analizar qué estamos haciendo nosotros primero.

Sea como sea, es un tiempo que requiere madurez emocional pero aconsejo cuidar las formas para no caer en la frialdad saturnina. Si no conseguimos nuestros objetivos, debemos asumirlo con madurez respetando nuestros límites, cuidando como lo haría la Luna de nuestras emociones sin flagelarnos demasiado.

En definitiva, una Luna en Capricornio, nos ayuda a crecer y a madurar, a ser más prácticos y objetivos, más centrados en nuestras metas sin dejarnos llevar por nuestras emociones.

Lola Juan