A Aries lo rige el principio de actividad no organizada. Así como comienza la primavera, haciendo brotar todo con la salida del sol después del invierno, surgiendo con toda su fuerza y esplendor para maravillar a quien desea admirarla, así es la fuerza de Aries.

Es un impulso a la acción inconsciente, es una energía virgen y nueva que emana sin poder ponerle control para poder nacer, crecer, crear, producir, seducir, imaginar, amar, odiar, creerse diferente y protagonista en todo momento de lo que es capaz de hacer.

Cuenta con una gran vitalidad e iniciativa para todo ello, con un espíritu independiente y competidor. Le gusta empezar proyectos nuevos buscando reconocimiento para su auto afirmación, por tanto, les mueve su propio interés; es directo y no se para a reflexionar.

La parte más negativa de Aries es que, para todo esto, suele ser manipulador y egoísta, además de impaciente, no sabe esperar ni escuchar. Cuando no consigue lo que quiere se pone intenso y agresivo, aunque cuando se le pasa el enfado no se acuerda de nada y es muy capaz de seducirte con su mejor sonrisa.

Tiene una naturaleza infantil, no es rencoroso. Tampoco quiere compromisos porque lo atarían demasiado y no podría actuar libremente. Su energía es la propia de un nacimiento que emerge con fuerza, inocente, alegre o enfadado, tiene las dos caras, pero en cualquier caso no va contra nadie sino que defiende lo que es y quien es.

Por tanto, si Aries quiere ser alguien importante, hay que ver el resto de su Carta Natal y ver los aspectos que le pueden equilibrar y que le dan coherencia y razonamiento, dones imprescindibles a la hora de poder empezar y terminar un proyecto de una manera factible y con estructura.

De otra manera, debido a su impaciencia, verá frustrados sus anhelos de éxito en cualquier empresa por su exceso de precipitación y poca paciencia. En cuanto a sus relaciones, estamos hablando de lo mismo. Es capaz de asentarse si encuentra a alguien que le admira y sepa apaciguar sus ansias de protagonismo.